Hipertensión. Varios estudios han demostrado que una actividad física moderada puede mejorar significativamente la presión arterial, especialmente en personas con hipertensión crónica.
Digestión. La actividad física favorece el tránsito intestinal y mejora el funcionamiento global del sistema digestivo.
Huesos y articulaciones. Una actividad física regular, incluso moderada, fortalece los huesos, aumenta su densidad y reduce el riesgo de osteoporosis. También tonifica los músculos.
Mejora el ánimo. Un buen paseo en un parque o en el bosque aumenta la producción de endorfinas, generando una sensación de bienestar duradera.
